La diabetes del adulto no suele dar problemas importantes a las personas que las padece porque se asume como parte de los procesos evolutivos de la edad pero para el niño o el adolescente la situación es muy diferente.
Es inevitable que la diabetes genere en el niño sentimientos de rechazo, de incapacidad para comprender por qué le ocurre eso y no puede tener una vida vida normal como los demás. En ocasiones genera sentimientos de culpa, algunos piensan que algo han hecho mal para que eso les ocurra, o de miedo a las agujas, a hacer los controles y que se descubra que han comido lo que no debían o incluso sentimientos de vergüenza por tener que pincharse delante de los demás o que el resto, simplemente piense, que es un enfermo.
Es cierto que la sociedad no siempre ha sido y es compresiva con las personas con diabetes, cuando no existían los bolígrafos y había que utilizar jeringas: se confundía a las personas con drogadictos o si alguien, consecuencia de una hipoglucemia, perdía el conocimiento, no se atendía (o atiende) porque “será un borracho”. Tampoco en los colegios se presta ayuda, fundamentalmente, por falta de información.
Posiblemente la mejor manera de afrontar bien la diabetes es hablarlo, contar lo que se siente a las personas, familiares o amigos mas cercanos, hablar con otras personas que tengan lo mismo y sobre todo, tener una buena información que permita, aunque la diabetes no se cure, convivir con ella con la mayor libertad posible y en las mejores condiciones de salud.
